Friday, August 06, 2004

Pesebre

Tras pasar la puerta de madera blanca, despintada, Rafael abrió el mosquitero y salió para afuera. Habían algunas nubes y la vereda estaba húmeda porque su vecina recién había limpiado ahí. Miró para arriba y el cielo estaba nublado. Luego miro las baldosas y después las hojas mojadas amontonadas en el cordón. Tenía una lata de cerveza en la mano. Se rascó la cabeza y saludo a su vecina que estaba sentada en una silla de plástico mirando los autos que pasaban.
Adentro estaba la esposa de Rafael. En su momento era una linda mujer, pero ahora estaba excedida de peso. No estaba gorda, simplemente estaba un poco pasada de peso. A Rafael eso no le importaba mucho. En realidad, desde hacía unos años su esposa en si le importaba poco. Compartían la cama y nada mas. Adentro estaba, entonces, su esposa, y sonaba “Maestra, te necesito” de Elton John. Creo que es una hermosa canción y refleja sus cualidades como compositor, sobre todo con los estribillos pegadizos, le dijo a la vecina mientras tomaba un trago de cerveza. Entró enseguida a la casa de nuevo a fijarse en la heladera si tenía mas cerveza. Fue a la sala, abrió la heladera roja y se fijó. Tenía un tomate, un sobre de manteca abierta con un poco de manteca y una manzana. El fondo de la heladera estaba un poco oxidado con una botella sin agua. Estaba ahí hace mucho tiempo, pero ni él ni su esposa la sacaban o rellenaban. No había mas cerveza, tenía que ir a buscar. Se puso una remera blanca, busco los cigarros y salió caminando.
En el camino se encontró con Pedro
- Pedro, que haces yendo a casa? No iras a ver a mi mujer, no?- dijo riendo.
Pedro se rió y siguió caminando. Este se va a coger a mi mujer seguro, pelotudo.
Llego al almacén, agarro un pack de latas de cerveza, tiró los billetes en la mesa y antes de irse dedicó una mirada al escote de la hija de la que atendía.
La relación de Rafael y su mujer había decaído hace unos dos años. El veía a la que atendía el almacén, y siempre, después de comprar las cervezas, cerraban el almacén unos minutos y se iban al fondo, siempre recostados contra los sobres de harina. Siempre que volvía a la casa se miraba en el espejo los pantalones manchados de blanco y se sacudía un poco, solo por las dudas. Un día su esposa le preguntó porque tenía los pantalones así.
- Ni me di cuenta que los tenía así.- Respondió.
Pero ahora había cortado hace un mes su relación con la del almacén.
Volvió a casa. Cuando estaba abriendo la puerta escuchó una voz. Era Pedro. Sabía que se la estaba cogiendo, pensó. Abrió la puerta fuerte, tiro las cervezas en un sillón que había al lado de la puerta y fue al estar.
- Que hace acá, Maria? – Le pregunto a su esposa mirando directamente a Pedro, que estaba a su lado tomándola de la mano.
- Que decís tarado? – Respondió enojada su esposa.
- Pedro, salí de acá ya! No quiero verte mas por esta casa – gritó exageradamente.
Rafael empezó a caminar rápido hacia Pedro aplaudiendo y echándolo. Pedro hizo un gesto de achicarse y salió rápido de la silla. Lo siguió hasta la puerta a paso apurado y cuando pudo le tiró un golpe de atrás. Pedro salió gritando, sabiendo que lo próximo que se vendría serian días de peleas con Rafael y explicarle que el no se estaba acostando con su esposa. Aunque de hecho, si lo hacia, y cada vez mas frecuentemente. Mientras Rafael cogía con la del almacén, Pedro lo hacía con Maria en su pesebre. Se vestía rápido y se iba.
Cuando Pedro terminó de salir de la casa, Rafael agarró la bolsa del almacén, sacó una lata de cerveza y la abrió. En el estar, su esposa estaba furiosa, mirándolo directamente, con los labios fruncidos y media despeinada.
- Porque me miras así? Preferís estar con el boludo ese que conmigo. Si Pedro no es
mas que un tarado, no satisface ni a una mosca – dijo apurando un trago de cerveza – No tenes ganas de hacerlo ahora, conmigo, eh?
Rafael se sentó en el lugar que estaba Pedro. Su esposa largó una sonrisa, le paso la mano por la cintura y fueron al cuarto.


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